Cómo hablar a los hijos sobre la sexualidad desde pequeños

16 noviembre, 2020

La sexualidad es tan necesaria, placentera y bonita, que hablar del tema con los hijos debería ser como transmitirles una buena noticia. La buena noticia que nuestro cuerpo tiene mucho valor, es un tesoro, y tiene mucho sentido: forma parte de un plan divino diseñado para orientar nuestras vidas hacia una entrega total y exclusiva, abierta a la vida.

Las realidades hermosas son las únicas que pueden afear, si no se viven correctamente. Y la sexualidad no es una excepción. En nuestro mundo se impone cada vez más una visión banalizada de las relaciones sexuales, que reduce la persona a un bien de consumo temporal. Una visión amplificada por la plaga de la pornografía, que cada año trastorna las mentes, los corazones y la inocencia de millones de niños en todo el mundo.

Para un niño, el gran antídoto contra la sexualidad deshumanizada es el ejemplo de sus padres. No sólo por lo que le puedan decir, sino sobre todo por pueda ver en el entorno familiar. Es importante que los hijos presencien pequeños gestos de amor entre el padre y la madre, a lo largo de la infancia, ya que estos gestos transmiten un mensaje muy valioso: la sexualidad, vivida dentro del compromiso matrimonial, dentro de un amor entregado, es sana y bonita. No causa morbo, ni es vista como una «guarrada».

Los padres, en tanto que primeros educadores, estamos llamados a transmitir a nuestros hijos la buena noticia de la sexualidad. Si no lo hacemos, por miedo o por incomodidad, los divulgadores sexuales de nuestros hijos serán las redes sociales, las series de televisión, los youtubers o la pornografía. Tal como afirma el Papa Francisco en Amoris Laetitia: «Aunque los padres necesitan de la escuela para asegurar una instrucción básica de sus hijos, nunca pueden delegar completamente su formación moral. El desarrollo afectivo y ético de una persona requiere de una experiencia fundamental: creer que los propios padres son dignos de confianza. Esto constituye una responsabilidad educativa: generar confianza en los hijos con el afecto y el testimonio, inspirar en ellos un amoroso respeto». Es necesario haber tenido una conversación con los hijos sobre sexualidad incluso antes de que el tema se trate en el colegio.

A continuación presentamos algunos consejos para plantear esta formación tan importante para nuestros hijos.

  • No es «la conversación», sino «las conversaciones». El tema de la sexualidad no es una conversación incómoda que debemos tener con los hijos preadolescentes para luego marcarla como «hecha» en el listado de tareas. Es un tema tan trascendente, que hay que dedicarle varias conversaciones. La primera, cuanto más pequeños mejor. Cuando el padre o la madre se han erigido como «fuentes autorizadas» ante los hijos sobre el tema del sexo, el niño no tiene tanta necesidad de buscar fuentes alternativas desde pequeño. Evidentemente, no hay que revelarlo todo en la primera conversación. Hablar de sexo es como pelar las capas de una cebolla, adaptando el tema a la edad y características del hijo. Hay que abordar el tema siempre con un tono positivo y estimulante.
  • Explicar la importancia del tema. Hay que explicar siempre a los hijos que la importancia del tema parte de la necesidad de aprender a proteger nuestros cuerpos y nuestra intimidad, para ser capaces de amar de verdad. La conversación sobre el sexo es también la conversación sobre la importancia de la intimidad corporal, del pudor.
  • Conversaciones con el padre, conversaciones con la madre. Conviene que en estas conversaciones participen padre y madre por separado, es decir, unas veces el padre con el hijo, en otras la madre con el hijo. Cada progenitor aporta cosas únicas a la conversación. Una madre puede hablar con su hija a solas sobre la menstruación, y cuando hable a solas con su hijo le puede transmitir una visión femenina de la vida. Esta diversidad es muy enriquecedora.
  • Seguridad corporal. Las conversaciones sobre sexualidad son preventivas del acoso y el ataque a la intimidad personal. Tal y como apunta Francisco: «Una educación sexual que cuide un sano pudor tiene un valor inmenso, aunque hoy algunos consideren que es una cuestión de otras épocas. Es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto. Sin el pudor, podemos reducir el afecto y la sexualidad a obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad, en morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar y en diversas formas de violencia sexual que nos llevan a ser tratados de modo inhumano o a dañar a otros.». A partir de los cuatro años conviene introducir el tema de la seguridad corporal, dando indicaciones claras: «Nadie debería tocarte tus partes privadas, excepto tu padre, tu madre o un médico. Si alguien más te quiere tocar, aléjate de él/ella, y cuéntanoslo».
  • Hablar sobre el deseo sexual. Hay que hablar a los adolescentes sobre deseo sexual, como algo bueno, y explicar la necesidad de un compromiso total y de una madurez personal como requisitos para orientar este deseo hacia la felicidad personal, y la del otro.