Lo estoy haciendo bien, como padre/madre?

5 octubre, 2020

Todos los padres del mundo de vez en cuando nos miramos en el espejo y nos preguntamos si lo estamos haciendo bien con los hijos. «Soy demasiado autoritario? Soy demasiado permisivo? Me estoy pasando con esta fijación? Me gustaría educar a los hijos como lo están consiguiendo nuestros amigos».

De buenas a primeras, los padres que se formulan esta pregunta son, por defecto, padres que lo quieren hacer bien, dispuestos a esforzarse y mejorar. Padres que de vez en cuando se apuntan a hacer un Curso de Orientación Familiar. Y esto ya significa ser un padre «orientado hacia la mejora».

Educar a los hijos requiere esfuerzo y dedicación, y es un proceso lleno de incertidumbres, ya que ningún hijo llega al mundo con un manual de instrucciones. Como afirmó el poeta John Wilmot (1647-1680), «antes de casarme tenía seis teorías para educar a mis hijos. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría».

A principios de los años sesenta del siglo pasado, la psicóloga Diana Baumrind de la Universidad de Berkeley realizó un estudio longitudinal orientado a responder a una pregunta muy pertinente: ¿Cómo influye nuestra manera de educar en casa, en lo referente a la disciplina y el afecto, en el desarrollo del carácter y la competencia de los hijos?

En el estudio de Baumrind participaron más de 100 padres con sus hijos, de todos los niveles educativos. La investigadora se pasó más de cincuenta horas en el laboratorio, observando las interacciones familiares que se producían. En base a los resultados de la investigación, Baumrind identificó cuatro estilos educativos parentales. Cada estilo está definido en función de la forma en que los padres imponen disciplina (impositivos) y expresan su afecto (expresivos).

  • Padres pasivos: son los que no se quieren romper los cuernos con la educación de los hijos. Los hijos de padres pasivos son los que mostraban más problemas en el estudio. Tenían problemas con los estudios, y con las relaciones. Cuando llegaban a la adolescencia, presentaban grandes niveles de ansiedad, depresión y problemas con drogas.
  • Padres permisivos: los padres permisivos son padres que demuestran afecto, pero no marcan límites. Se trata de padres que apuntan unas cuantas reglas, pero consienten a menudo los hijos, y usan el chantaje emocional para intentar que los hijos se porten bien. No exigen que los hijos sean responsables y estén pendientes de los demás. Evitan las confrontaciones, y prefieren ser los «amigos» de los hijos. En el estudio, los hijos de padres permisivos mostraban poco autocontrol, poca autoexigencia y motivación.
  • Padres autoritarios: son padres que imponen, pero son muy poco cariñosos. Son muy exigentes, pero más bien fríos, y casi nunca felicitan a los hijos por las cosas que hacen bien. No justifican el trasfondo de las reglas que imponen, y exigen que los hijos las cumplan a rajatabla, aunque sea a base de castigos y amenazas. Los hijos educados de manera autoritaria están distanciados de sus padres. Son niños con poca seguridad en sí mismos, proclives la ansiedad y la depresión. Además, tienden a ceder a la presión del grupo.
  • Padres con autoridad: los padres con autoridad saben ser exigentes y afectivos a la vez. Saben siempre dónde están los hijos y qué están haciendo. Saben felicitar al hijo por las cosas buenas que hace. Saben razonar los límites que imponen, y saben escuchar el punto de vista de los hijos. A menudo negocian las reglas con los hijos, pero no fundamentan las decisiones sólo en los deseos de los más pequeños de la casa. Los hijos de padres con autoridad muestran un alto nivel de seguridad en sí mismos, respeto por los demás, autocontrol y éxito escolar.

Los mejor estilo de educación familiar, como vemos, la aportan los padres con autoridad, porque saben combinar disciplina y afecto. Esta conclusión fue confirmada posteriormente por Laurence Steinberg, psicólogo de la Temple University, quien llevó a cabo un estudio con 20.000 familias de diferentes zonas de Estados Unidos.

Si queremos sacar el máximo provecho del desarrollo global de nuestros hijos, es necesario que aprendamos a combinar la disciplina con el afecto. Esta integración comporta: adaptar reglas al nivel de comprensión del hijo, por edad y singularidad, explicar los motivos de los límites que marcamos, imponer reglas lógicas y razonables, estar abierto a negociar con los hijos y a escuchar su perspectiva, y tratarlos siempre como personas con sentimientos que se merecen todo nuestro respeto.