Reconciliar familia y trabajo: aprender a disfrutar de las dos esferas

19 febrero, 2021

Todos vivimos inmersos en, como mínimo, dos esferas: la de nuestra familia, la de nuestros afectos más íntimos, y la de nuestro mundo laboral y social. Ambas esferas nos reclaman una participación intensa. ¿Cómo podemos combinar nuestros amores y nuestras responsabilidades en un mundo cada vez más exigente?

En primer lugar, hay que aclarar que sólo en una de las dos esferas somos realmente imprescindibles. En efecto, somos insustituibles en la esfera familiar, en el ejercicio de nuestra conyugalidad y parentalidad. Y es bueno procurar, siempre que sea posible, que esta clara convicción sea la que rija las prioridades de nuestra agenda vital. Tal y como enseña la película de ciencia ficción In Time, nuestra vida es el tiempo que tenemos disponible. Una disponibilidad, por cierto, de la que no tenemos ninguna certeza en cuanto a su duración. Por lo tanto, aprovechemos el tiempo y dediquémonos a querer a los demás.

Por otro lado, nuestros afectos no están alejados de lo laboral, ya que para querer bien al cónyuge y a los hijos nos lo tenemos que currar. Saber amar al marido o a la esposa es un arte que requiere esfuerzo, creatividad, salir de nosotros mismos. Aprender a educar bien a los hijos significa salir de la zona de confort, y abandonar de una vez por todas la idea de que el hogar es un paraíso perdido dedicado a la pereza donde ya no hay que hacer nada porque ya hemos sudado la gota gorda en el trabajo.

La solución a esta omnipresencia de la tarea, del esfuerzo, del trabajo, en todas partes, es la alegría. Abrazar el trabajo no como una carga pesada, sino como un estado gozoso intrínsecamente vinculado al ser humano. En efecto, el trabajo es un terreno connatural al ser humano. Hemos sido creados para trabajar, como afirma la Biblia; no sólo para conseguir una manutención, sino para contribuir al progreso social y al bien de toda la humanidad. Como explica la Gaudium et Spes, Dios decide crear el hombre y la mujer para que gobiernen las cosas de la tierra en justicia y santidad. Vivir el trabajo desde esta óptica nos convierte en superhéroes de una película de acción cuyo guión también se encuentra en nuestras manos.

Tener un pie en cada esfera es una invitación a la unidad de vida, a crecer y a hacer crecer en cada una de las dos dimensiones: el ámbito familiar se enriquece con la vida profesional y, al mismo tiempo, la vida profesional se colma de sentido y de ilusión desde la perspectiva familiar.

Nuestro enemigo, pues, no es ni el trabajo ni la multitarea, sino el estrés. El estrés es el adversario de la concentración, y en el fondo también del amor. Y para combatirlo, hay que seguir una autodisciplina, que a veces nos ha de llevar a desconectar o aparcar el móvil, a controlar los pensamientos, a imponernos la serena rutina de una cosa después de otra, sin prisas, disfrutando del momento. Si no aprendemos a enamorarnos del ahora, el ahora y el aquí serán siempre un peaje en relación a lo que pensamos que deberíamos estar haciendo. «Haz lo que debes y está en lo que haces» aconsejaba San Josemaría», mucho antes de que existieran las aplicaciones de pago de mindfulness.

Debemos cuidar del hogar y de la vida matrimonial como el jardinero que establece la armonía en su jardín. El jardinero contempla, dialoga con la naturaleza, espera esperanzado, de vez en cuando poda… Y lo hace para que todo fluya. Guarda un orden en la acción, y una sana parsimonia, y sabe encontrar el tiempo para dedicarse con exclusividad a cada flor, a cada planta. Así debemos obrar con los hijos: conversar con ellos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Quizás este es el secreto de la eficacia y del amor: hacerlo todo con todos en ambas esferas como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.